El ayuno necesita que al tiempo de hacerlo, lo acompañemos con la oración y que nos dejemos guiar por el Espíritu Santo. Ayunar para que la gente que nos rodea tenga la impresión de que somos "santos" o para que tengan una impresión diferente a la que tiene, invalidaría inmediatamente lo que intentamos hacer al hacer el ayuno. De hecho, hacerlo por las motivaciones erróneas, no sólo invalida el ayuno, sino que podríamos incurrir en pecado - orgullo.
Cuando ayunamos no podemos pretender que por hacerlo podemos torcer la mano a Dios y forzarlo a hacer lo que queremos. A veces el plan de Dios no es el que plan por el que ayunamos y es por esta razón que es vital que tengamos nuestro espíritu con la aptitud correcta para escuchar del Espíritu de Dios y que estemos dispuestos a humillarnos y recibir la dirección de Dios, sea cual sea.