Medina y el Origen de la Yijad (Guerra Santa)
Resentido por el rechazo de su propia ciudad y de su tribu, fue en Medina donde el mensaje de Mahoma comenzó a hacerse más intolerante y despiadado – particularmente en la medida en que aumentaba su fuerza.
Para financiar sus esfuerzos por alcanzar el poder, Mahoma envió a sus seguidores a asaltar caravanas de La Meca durante los meses sagrados, cuando menos podrían esperarlo las víctimas. Recibió unas muy convenientes revelaciones que permitían a su gente asesinar y robar a caravaneros inocentes si era para servirle a él. Como consecuencia, los que lo rodeaban fueron desarrollando gradualmente su codicia por los bienes que podían obtenerse como botín de guerra, incluyendo comodidades materiales y mujeres y niños esclavos.
A menudo los cautivos capturados tras la batalla serían conducidos ante el auto-proclamado profeta, en cuya presencia suplicarían por sus vidas arguyendo, por ejemplo, que nunca habían tratado a los musulmanes del modo del que se les acusaba. Los Hadices son muy claros en este punto y presentan a un Mahoma inconmovible por las súplicas que ordena sus muertes de igual manera, frecuentemente mediante horribles métodos. En una ocasión ordena el asesinato de un hombre mientras le dice que “el fuego del infierno” será el que se encargue de su hija huérfana.
Los ataques contra las caravanas precedieron a la primera gran batalla en la que tomó parte un ejército musulmán, la Batalla de Badr. Los mecanos habían enviado su ejército a este lugar para proteger sus caravanas de los merodeadores musulmanes. Aunque los sumisos de hoy gustan de afirmar que atacaron tan sólo en defensa propia, resulta evidente que las cosas no ocurrieron de ese modo en aquel entonces. De hecho, Mahoma se vio obligado a espolear a sus reticentes guerreros con la promesa del Paraíso y dándoles garantías de que su religión era más importante que las vidas de los demás.
La Consolidación del Poder
Mahoma derrotó al ejército de La Meca en Badr, lo que lo envalentonó para dividir y conquistar a las tres tribus judías de Medina, que habían cometido el error de aceptar su presencia aunque rechazando su carácter de profeta. Éstas tribus eran los Banu Qaynuqa, los Banu Nadir y los Banu Quyrayza. El modo en que cada tribu halló su destino resulta muy ilustrativo para comprender el funcionamiento de la mentalidad musulmana en sus relaciones con los no musulmanes.
Para intentar ganar su apoyo, Mahoma predicó por un breve espacio de tiempo que cristianos y judíos podrían alcanzar la salvación a través de su propia fe. De hecho, cambió la dirección de rezo de sus seguidores de La Meca a Jerusalén, lo que apuntaló la tolerancia de los judíos hacia su persona mientras trabajaba subrepticiamente para hacerse con el poder que le permitiera dominarlos. Con posterioridad, y dado que los judíos finalmente rechazaron su religión, revocó estas concesiones y enseñanzas iniciales. Los pocos versículos tempraneros que en el Corán hablan de tolerancia son abrogados por versos posteriores tales como el 9:29.
Los Qaynuqa fueron expulsados de sus hogares y de su tierra con el pretexto de que uno de los suyos había acosado a una mujer musulmana. Previamente el ofensor había muerto a manos de un musulmán, aunque este mismo musulmán sería asesinado posteriormente por los judíos en represalia por la primera muerte. Después de cercar a la comunidad entera y derrotar a esta tribu, Mahoma quiso dar muerte a todos sus miembros varones, pero fue disuadido por un compañero –algo que después le sería “reprochado” por Alá. Los Qaynuqa fueron forzados a exiliarse y los musulmanes se hicieron con sus bienes y posesiones, apropiándoselas. Mahoma se reservó para sí un quinto de todo lo robado.
Este episodio ayudó a enraizar dentro del Islam el inmaduro principio de la identidad de grupo, mediante el cual cualquier miembro de una religión o unidad social externa al Islam es tan culpable como aquel de sus compañeros que personalmente insulte o dañe a un musulmán –y tan merecedor de castigo como él. Y los castigos de Mahoma habitualmente no eran proporcionales al crimen cometido.
Los miembros de la segunda tribu, los Banu Nadir, fueron acusados de planear la muerte de Mahoma a pesar de que nadie perdió la vida en el asunto. Con esta excusa cercó su comunidad obligándolos a rendirse. Al igual que los Qaynuqa, estos medinenses autóctonos fueron expulsados de sus hogares y tierras por los advenedizos musulmanes, quienes retuvieron para sí todo cuanto pudieron.
Sirva lo siguiente como ejemplo definitivo de cuál es la consideración del engaño dentro del Islam: un contingente superviviente de los Banu Nadir (dirigidos por Usayr ibn Zarim) fue engañado para dejar su fortaleza con la promesa de unas conversaciones de paz. Sin embargo el contingente de musulmanes enviado por Mahoma para escoltarlos los masacró con facilidad una vez las víctimas habían bajado la guardia.
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