Muchos cristianos decimos, afirmamos y vivimos confiados de que una vez estemos en el cielo, (y los no creyentes - en el infierno) seremos las mismas personas que ahora somos en la tierra. Sin embargo, en mi investigación para responder a esta interesante pregunta, encontré extremadamente pocos argumentos que apoyaran esta casi universal creencia.
Bueno, es tiempo de que usemos las pistas que nos proporciona la Biblia para saber si seremos las mismas personas.
Veamos algunos argumentos a favor de esta posición
1. La justicia de Dios lo hace necesario
Cuando los creyentes seamos resucitados (para salvación), al principio de la Gran Tribulación, es necesario que seamos las mismas personas, tanto física como intelectualmente, para que así la justicia de Dios sea puesta en evidencia cuando comparezcamos ante el Tribunal de Cristo. Allí se nos dice que seremos recompensados conforme a nuestras obras en la tierra durante nuestro caminar cristiano.
"Porque es necesario que todos nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo." 2 Corintios 5:10
De no ser así, ¿Cómo puede Dios mostrar su justicia si los todos los comparecientes a este juicio de recompensas no son capaces de conocer, reconocer, recordar y admitir que lo que tal persona recibió o dejó de recibir es justo? Si fuéramos diferentes a un grado tal que nadie nos pudiera reconocer, Dios no podría justificar darnos nuestras coronas o diademas. Es necesario que todos digan: "Gloria a Dios por su justicia" cuando Fulano o Mengano reciba su corona. (Romanos 8:28-30)
"La obra de cada uno se hará manifiesta, porque el día la pondrá al descubierto, pues por el fuego será revelada. La obra de cada uno, sea la que sea, el fuego la probará. Si permanece la obra de alguno que sobreedificó, él recibirá recompensa. Si la obra de alguno se quema, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego." 1 Corintios 3:13-15
2. Cristo enseñó que seríamos los mismos que vivimos en la tierra
Jesús, que nunca mintió ni pecó, lo dijo claramente en Marcos.
"Pero respecto a que los muertos resucitan, ¿no habéis leído en el libro de Moisés cómo le habló Dios en la zarza, diciendo: "Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob"? ¡Dios no es Dios de muertos, sino Dios de vivos! Así que vosotros mucho erráis."
Notar que explicó en términos específicos que aunque estos patriarcas se habían muerto hacía siglos, cuando Dios le habló a Moisés, Él quiso decir que Abraham, Isaac, y Jacob todavía existían como Abraham, Isaac, y Jacob... ¡durante los tiempos de Moisés!
Pero aún más, la Palabra de Dios implica que estos hombres de siglos pasados todavía mantenían sus identidades personales después de la muerte. Ellos, aún después de la muerte, continuaban su relación personal con Dios que disfrutaron durante su vida en la tierra. Por lo tanto, Jesús enseñó que los creyentes después de muertos mantienen su identidad, su memoria, sus valores, de cuando estaban vivos.
Otras instancias en que esto se puede ver es en los sucesos del Monte de la Transfiguración (Lucas 9:29-30) y en la historia de Lázaro, el hombre rico y Abraham.
3. Jesús, después de resucitado, muestra una evidencia adicional:
"Cuando Jesús se le apareció a sus discípulos en la noche de la resurrección, Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, llegó Jesús y, puesto en medio, les dijo: --¡Paz a vosotros! Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor. Entonces Jesús les dijo otra vez: --¡Paz a vosotros! (Juan 20:19-20).
Todas estas evidencias nos muestran y deberían animar a aquellos que están sirviendo a Cristo, así como aquellos que han perdido a alguien que sirvió al Señor.
He escrito este artículo porque hoy perdí a un gran amigo. Mi hermano Pastor Anibal Lara, de la iglesia de los Cacaos, San Cristóbal. Lo he hecho porque quiero recordar a mi propia mente, a mi propio intelecto, a mi propia carne, y a todos los que conmigo lloran por su partida en este día. Sin embargo, cuando alguien que servía a Cristo parte, esa persona se ha graduado. Lo ha hecho porque ahora está en un lugar a donde los que aún estamos con vida queremos llegar.
¡Pido a Dios misericordia y que siempre nos libre del Tentador para que todos podamos alcanzar la meta que nos hemos trazado!
¡Regocíjate en tu salvación, amado amigo Anibal!
Pero aunque una noticia como esta anunciada en este artículo llena de regocijo y esperanza a tantos millones de creyentes, también debería traer al pecador a sus rodillas para arreglar su vida con el dador de la resurrección para salvación, no la resurrección para condenación. ¡Salva tu alma ahora!
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