Todos los seres humanos a partir de Adán hemos pecado. No hay ni un solo que no lo haya hecho (Rom. 3:23). Por supuesto, la excepción fue Jesús, quien no pecó nunca, aunque fue tentado en todo. Antes de Jesús, aquel que cumplía la Ley era llamado "justo", pero no "salvo". Sólo con temer a Jehová y con tratar de guardar la Ley con tanto esmero como fuera posible, una persona era designada "justa".
"En el día que yo preparo, ha dicho Jehová de los Ejércitos, ellos serán para mí un especial tesoro. Seré compasivo con ellos, como es compasivo el hombre con su hijo que le sirve. Entonces os volveréis y podréis apreciar la diferencia entre el justo y el pecador, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve." Malaquías 3: 17-18
"Porque Jehová conoce el camino de los justos, pero el camino de los impíos perecerá."
Salmo 1:6
Note que al hombre temeroso de Jehová se le llama "justo". Mientras que al que no teme a Jehová se le llamaba "pecador" e "impío", ya que aunque el "justo" también es pecador, pero por lo menos está consciente de su necesidad de perdón y de salvación. Y hoy todos sabemos quién es el único capaz de proporcionar tal salvación: Jesús.
Ahora bien, a continuación del sacrificio y posterior triunfo de Jesús en la Cruz, los creyentes en la efectividad de dicho sacrificio continuamos siendo en efecto, "pecadores", pero ahora somos "pecadores arrepentidos" lo cual nos hace, además de "justos", "salvos".
Entonces la forma apropiada de llamarnos dependería del contexto y de la intención del locutor en un momento determinado. La misma Palabra nos llama "creyentes", "justos" y "salvos"
(Hechos 1:15, Rom. 2:13 y Marcos 16:16 respectivamente)
Pero de la única manera en la que sería propicio llamar a un creyente "pecador", es si lo acompañamos, implícita o explícitamente, del adjetivo "pecador arrepentido", lo cual significa que la persona pecadora, es además, "salva".
En Romanos 3:22-26, Pablo parece responder, en resumen, la totalidad de su pregunta:
"Esta es la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo para todos los que creen. Pues no hay distinción; porque todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús. Como demostración de su justicia, Dios le ha puesto a él como expiación por la fe en su sangre, a causa del perdón de los pecados pasados, en la paciencia de Dios, con el propósito de manifestar su justicia en el tiempo presente; para que él sea justo y a la vez justificador del que tiene fe en Jesús.
Pastor Dawlin A. Ureña
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