(Génesis 3:9) - "Pero Jehová Dios llamó al hombre, y le preguntó: --¿Dónde estás?"
Lo que sucede aquí, sucede inmediatamente después de que Adán pecó.
"Luego oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba por el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Pero Jehová Dios llamó al hombre, y le preguntó: --¿Dónde estás? Él respondió: --Oí tu voz en el huerto y tuve miedo, porque estaba desnudo; por eso me escondí." (Gén. 3:8-10).
¿Acaso no muestra esto que Dios no sabía en realidad dónde estaba Adán? Ya que si Él sabía, ¿Por qué preguntar?
La pregunta a esa respuesta la formularé como otra pregunta: ¿Quién dijo que está prohibido hacer una pregunta para la cual ya sabemos la respuesta? A menudo hacemos esto con nuestros hijos, para darles una oportunidad de redimir su comportamiento o para permitirles que reconsideren una mentira que nos han dicho y nos digan la verdad. Eso es exactamente lo que Dios el Padre está haciendo aquí. Dios le está dando la oportunidad a Adán de que tome la iniciativa y le confiese que ha metido la pata y que se arrepienta. ¡Pero no! Adán se escondió porque él sabía muy bien que había desobedecido y que esa desobediencia había roto su comunión con su Padre. Dios sabía muy bien dónde estaba Adán y dónde estaba Eva, pero quiso darles una oportunidad de quizás adelantarse a la conclusión a que ineludiblemente Dios llegaría de que desobedecieron. Sin embargo, en vez de asumir responsabilidad por su comportamiento, lo que sucede es que Adán le echa la culpa a Dios por haberle creado a la mujer:
--¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del cual yo te mandé que no comieras?
El hombre le respondió:
--La mujer que tú me diste por compañera me dio del árbol, y yo comí.
Dios mira a Eva y Eva, en vez de asumir responsabilidad por su comportamiento, lo que sucede es que Eva le echa la culpa a la serpiente por haberle convenido de que comiera del fruto prohibido:
Entonces Jehová Dios dijo a la mujer:
--¿Qué es lo que has hecho?
Ella respondió:
--La serpiente me engañó, y comí.
¡Ahora me imagino la serpiente volteándose y buscando a quién echarle la culpa también!
Aquí es pertinente que solicitemos a nuestros lectores que se hagan a sí mismos la siguiente pregunta: ¿Estoy yo en comunión con Dios? Si no pueden responder esta pregunta afirmativamente, es hora de establecer esa comunión.
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