Si estás leyendo este artículo después del Rapto, necesitas darte cuenta de que has sido dejado atrás.
En este momento, quizá te sientas rechazado por Dios. Quizás te digas a tí mismo, “¿Por qué no me fui con ellos... Por qué me dejaron?” o “No entiendo, yo he vivido una buena vida.” El problema no fue que Dios te rechazó; el problema es que tú lo rechazaste a Él. Por no entregar tu vida a Jesús y por no seguirlo a Él, tú no le dejaste otra alternativa que dejarte atrás. Él no te dejó, ¡tú quisiste ir con Él!
"Porque todo aquél que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana, y madre.”
(Mateo 12:50)
"No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.”
(Mateo 7:21)
"Vengan, pongamos las cosas en claro
dice el Señor.
¿Son sus pecados como escarlata?
¡Quedarán blancos como la nieve!
¿Son rojos como la púrpura?
¡Quedarán como la lana!”
(Isaías 1:18)